16 Oct El viaje del maestro I – Un paseo cósmico
He transitado por caminos oscuros que jamás debería haber explorado, experimentando el vacío de la soledad infinita y el miedo más atroz e inimaginable. He surcado las aguas bravas y enfurecidas de vastos océanos, cuyo oleaje me arrastraba y golpeaba con la fuerza de un animal feroz, un mamífero hambriento de carne y sediento de sangre ante una presa fácil y sin corteza, expuesta con su desnudez en una llanura inabarcable y árida.
El Sol ha abrasado mi piel con la intensidad de cien millones de estrellas provistas de luz propia y he visto como el Titán Helios, avergonzado de su obra, me ha llevado en su carro tirado por corceles de fuego hacia la negritud de la noche infinita, para expiar sus pecados y humillarse ante Érebo rogando perdón, mientras mi figura emerge en posición fetal a modo de ofrenda entre quejumbrosas súplicas de humanos desolados amamantados por lobas moribundas.
Y he sido expulsado, cual esputo de los dioses, a las sombras de los confines del cosmos, compartiendo espacio con almas no reencarnadas, hastiadas de tanto dolor y sufrimiento terrenal y condenadas a vagar por la oscura inmensidad y quietud de un vacío sin mayor pretensión que la de no ser nada: el lugar al que van los que no saben llorar.
Y al albur de mi destino me he despedido de ellas y he tomado sendas prohibidas para los seres inmateriales, adentrándome en estrechos pasadizos luminiscentes a velocidades no conocidas por la ciencia, mientras abandono el sombrío desierto de la nada, desprovisto de forma y fundiéndome con los primeros hilos de luz que atraviesan las paredes del gigante remolino de polvo cósmico que me arrastra irremediablemente hacia otras dimensiones.
He traspasado la insondable barrera del tiempo y del espacio y mi espíritu se ha vuelto a fundir con la carne, los huesos, las arterias y la piel que soy. Y noto como mis órganos vibran a otra frecuencia y mi corazón no late marcado por los pasos del miedo y la vergüenza, sino por los del amor, la paz y la armonía. Y el ritmo de los acontecimientos ha dejado de importar, porque todo acontece y no existe a la vez y la vida y el mundo ya no son hechos conceptuales, sino experiencias palpables que agitan todos los átomos de mi ser material con el único propósito de mantenerme despierto y alerta, lejos de ensoñaciones y del tiempo psicológico, atado al presente y honrando a la verdad de la inmediatez, que es lo único que tenemos.
He transitado por caminos oscuros que jamás debería haber explorado, lo sé. Pero de las brasas del dolor, apagadas por las lágrimas que brotaron del llanto aprendido, han surgido las cenizas que proyecto como partículas al Universo, para que las recoja en su seno y las esparza en su caótico orden mezcladas con la lluvia que algún día nos dará de beber.
No te pierdas «El viaje del Maestro II – Vuelta a lo Terrenal»
No Comments